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A México se lo va a llevar el tren..."Tren Maya" y sus impacto sociales

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    paufelix2712
  • 3 jun 2019
  • 3 Min. de lectura

Por: Gladys Luna


El extravagante proyecto llamado Tren Maya planea la construcción de mil 500 km de línea férrea a través de Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo, además de la operación de un tren alimentado a biodisel para transporte de carga y pasajeros.

El proyecto contempla el reordenamiento territorial y social de la península con el objetivo de con-solidar la Región Maya a partir del impulso a la industria energética, la agroindustria y el desarrollo tecnológico, principalmente en función de la industria turística. Asimismo, prevé la creación de numerosos centros de población y la ampliación de aquellos ya existentes, sin un claro plan urbanístico.

El aspecto más promocionado de este proyecto, y por el cual muchos empresarios locales y corporaciones trasnacionales manifestaron su apuro de subirse a él, es que será un detonante para el desarrollo turístico de zonas hoy marginales en la industria que tiene la costa caraíbica como fulcro. Esta apuesta conlleva distintos riesgos.


Este reordenamiento territorial alrededor de enclaves turísticos ya es conocido en la península y en los otros destinos de esparcimiento construidos como planes de gobiernos a partir de los años 60. Es emblemático el caso de Cancún, impulsado desde el gobierno federal como centro integralmente planeado.


Observando la situación de la ciudad y su entorno 40 años después, es inevitable preguntarse qué era lo que estaba planeado. La urbe en constante crecimiento es un sistema que gira alrededor de la exclusión e incluso de la segregación, esto es, lo opuesto a la integración y la supuesta derrama de desarrollo que el bienestar de los exitosos empresarios provocaría en el conjunto de la población. Estados que incluyen importantes destinos turísticos como Oaxaca, Chiapas, Guerrero y Veracruz, aún no se benefician de la ansiada derrama: la pobreza estructural alcanza entre 60 y 70 por ciento de sus habitantes, cuyos sueldos son insuficientes para adquirir la canasta básica alimentaria, según cifras del Coneval 2017.


Aunque lo niegue, con el empecinado impulso a megaproyectos como el Tren Maya o el Corredor Transístmico, la 4T refrenda su lealtad al dogma neoliberal según el cual el enriquecimiento de unos cuantos beneficiaría también a los demás, aunque sea por goteo ocasional de la mencionada derrama. Treinta años de neoliberalismo en México enseñan que desarrollo y progreso, misiones del Tren Maya, no surgen por generación espontánea del libre mercado. Lo que éste genera es desigualdad, por la cual México sí es campeón.


En los destinos turísticos de clase mundial, el aumento de la violencia y la criminalidad, el flujo poblacional y migratorio de campesinos e indígenas empleados en trabajos no calificados ni calificantes, precarios y sin ninguna garantía, muestra el desarrollo de un sistema basado en explotación laboral y discriminación étnica y cultural. Es una constante en el país, el drama de comuneros y ejidatarios, campesinos y pescadores, que fueron expropiados o vendieron sus tierras a las promesas de desarrollo y fuentes de empleo, y en cambio obtuvieron posibilidad de trabajar como albañiles, lavaloza y veladores en hoteles y mansiones veraniegas.


La urbanización y la terciarización de la economía local implican el decrecimiento de actividades productivas agrícolas y tradicionales, y su pérdida de sentido para la población más joven. La denigración del trabajo campesino, efecto producido por las promesas de prosperidad ofrecidas por la urbanización o el empleo en los servicios turísticos, son un proceso que redunda en la pérdida de conocimientos y saberes tradicionales, arraigados y, finalmente, en el despojo cultural y epistémico que es evidente en el medio rural actual.



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